Fotos

lunes, 29 de diciembre de 2008

Bohemio vago

La verdad es que soy un vago de siete suelas. Llevo desde no sé cuando sin colocar una entrada. A este paso me aburriré hasta yo mismo y ya no estoy en edad de aburrirme. ¡Pardiez, los años pasan que no se da uno cuenta!.

Mucho de ello es porque no tengo ni pajolera idea de llevar un blog, pero ya que lo he creado... ¡a ver hasta donde llego! Soy un cotilla tremendo y ando mirando en los blogs de los compañeros para hacerme una idea y robarles (descaradamente) sus propias ideas. En esto, como en todo, debe existir el espionaje, pero claro... una vez que los veo, me hundo más porque eso requiere trabajo y constancia y tiene que gustar. Y a mí todo eso me hace ampollas. Sigo unos blogs muy interesantes y me pasmo del trabajo que les tiene que dar: Hacen comentarios, incluyen fotos (muy buenas)... y todo es coherencia. ¡Gusta y no empacha!

Ellos ya saben que son buenos y no tienen que demostrar nada. Yo, por lo menos, trataré a mi manera de imitarles. Empiezo:

En esta última bajamar se me dio por ir de paseo por medio de las rocas que quedan al descubierto en estas circunstancias. Mas no era sólo un paseo, iba con la mala intención de recolectar orejas de mar (así llamamos en esta aldea a los haliotis) para hacerme un festín en casa, pero sabiendo que si en casa las quería comer, las tendría que limpiar y, si me descuido, cocinar, (no son santo de la devoción de mi familia tales moluscos)















Estos son los puñeteros haliotis.

Lo cierto es que recogí un buen puñado y ya casi me volvía para casa cuando a un pulpo, ¡el muy desgraciado! se le ocurrió pasarme por delante de la narices y me dio rabia, porque me pasa otro tanto con los pulpos, si quiero comerlos.

Así que, harto de darles oportunidades a los pulpos para que se escapen lo agarré y una vez llegado al local donde trabajo las algas (este es otro tema que tiene aguja. ya le tocará otro día) me armé de madera y me asé el pulpo a las llamas y los haliotis a las áscuas, con lo que me di un festín inesperado al principo del día. Como haliotis había puesto demasiados, después de comerme un pulpo (+- un kilo) los haliotis se los dí a mis dos perros labradores que me acompañan a todos los sitios, excepto a la cama.




















Acá, a la orilla del mar, a poco que uno espabile come marisco tan fresco como el depredador marino más especializado de estos bichos.

En fin, una extravagancia que en mi niñez no era tal, y el que podía aparejarse algo así era afortunado. ¡¡Hay que joderse, estoy volviendo a los años sesenta del pasado siglo!!

¡Soy un retrógrado!